Crónica de una censura

 

Los primeros ensayos de Eva ha muerto comenzaron el 1 de febrero de 2009 en El Horno, un espacio privado en el madrileño barrio de Tirso de Molina. Con el fin de evitar un gasto mayor por el alquiler de la sala, ese mismo año Fierabrás solicitó un espacio gratuito al Ayuntamiento de Madrid para poder proseguir los ensayos en un centro cultural sin coste alguno (el Ayuntamiento de Madrid concede estos espacios a través de sus Juntas Municipales de Distrito previa solicitud formal y reuniendo una serie de requisitos; a cambio, la compañía teatral se compromete a realizar una función en el centro cultural asignado de forma gratuita para el público asistente).

Así hicimos y, mediante notificación sellada por la Junta Municipal de Tetuán el 10 de marzo de 2009, nos concedieron el espacio solicitado: el salón de actos del Centro Cultural José de Espronceda, todos los miércoles entre el 13 de marzo y el 15 de mayo (también solicitamos una prórroga de 15 días que fue concedida con otra notificación firmada el 20 de mayo del mismo año).

Sergio de Medina (actor) y César Augusto Cair (director) acudieron los días fijados sin ningún tipo de incidencia. Nunca hubo interrupciones de ensayos salvo en contadas ocasiones en las que entraba la señora de la limpieza o algún trabajador del centro para alguna gestión puntual que no les llevaba más de un minuto, por lo que Sergio y César continuaban trabajando (recordaremos aquí que, por las características del monólogo, Sergio ensayaba en completa desnudez).

Cuando faltaba una semana para finalizar el período de ensayos acordado, César y el director del centro mantuvieron una conversación con el fin de fijar el día de la función. Cuando el director comentó que el público asistente solía ser familiar (padres con niños muy pequeños), César recordó que el montaje no era un infantil y, para evitar malentendidos con los padres, sugirió que podría no ser apto para menores de catorce años y que así debería advertirse al público en el cartel publicitario. El director del centro preguntó por qué y César le recordó las características de la obra que envió en la solicitud (un actor desnudo interpretando a Adán en un monólogo desgarrador sobre el desamor y la soledad con escenas de violencia psicológica). El director dijo que tenía que consultarlo con sus superiores (a la sazón, Concejalía de Distrito a través de la Jefa de Unidad de Cultura). Al día siguiente comunicó el resultado: o el actor se ponía unas mallas de color carne o similar o no se representaba (incluso se admitiría un tanga). César, sin salir de su estupor, decidió no representar argumentando que el montaje no era un ballet y que se restaba realismo a la escena con vestuario; manifestó además su sorpresa por la censura a un desnudo en el siglo XXI. El director le dio la razón y aclaró que él no tuvo nada que ver con la decisión adoptada (manifestamos aquí la accesibilidad y el respeto absoluto que en todo momento mostró el director del centro hacia Fierabrás). Así las cosas, resolvieron el contrato unilateralmente.

El último día, tras el último ensayo, el bedel del centro, hablando con César, lamentó que una obra así fuese censurada y achacó como responsables de tal decisión a las monjas del convento vecino. “Siguen teniendo mucho poder”, dijo. “¿Y cómo han llegado a enterarse de esto?”, preguntó César. El bedel se encogió de hombros: "Les habréis tocado la Biblia y a Dios, digo yo" (pensamos que lo dicho por el bedel tiene más de opinión que de información veraz ―al menos eso queremos creer―, pero lo reflejamos tal y como fue).

 

(Para corroborar lo expuesto, conservamos los originales de los documentos que lo acreditan).